Quien no comprende tu silencio, mucho menos comprenderá tu explicación. ¿Por lo tanto, por qué malgastas tanta energía en intentar explicar a los demás aquello que no pueden las palabras?
No lo necesitas, créeme. No hace falta decirle a nadie lo que está “bien” o “mal”, realmente no hace falta… todos los seres del Universo tienen la capacidad de discernir entre lo «salubre» y lo «insalubre», así que no te preocupes por los otros, ellos están eligiendo a cada instante, aunque su elección —muchas veces—, no sea la más sabia.
Tu trabajo aquí es en ti, en tu interior, pues es el único espacio que puedes cambiar, lo demás es sólo una ilusión, un reflejo del espejo de tu alma… Lo real de toda enseñanza es que sólo llega cuando el espíritu está listo; no has venido aquí a enseñar nada a nadie, sino a despertar de esta Māyā.
Quien no comprende tu mirada, mucho menos comprenderá tu explicación.
Un alma libre no necesita discursos para comunicarse con la libertad de otra alma. En cambio, el necio está orgulloso de su jaula porque es grande, y desde allí juzga todo lo que ve con convicción, pues su visión es “segura” y jamás puede estar equivocada.
Sin embargo, aunque su jaula sea cómoda, amplia y esté bien pintada y ambientada, tarde o temprano deberá salir de allí, de su zona de confort, quizá sólo lo haga cuando la muerte se aproxime, con un semblante victorioso a buscarlo una mañana.
Quien no comprende tu silencio, mucho menos comprenderá una explicación.
La luz, la quietud, la inocencia que arde en el silencio serán reflejadas en tus palabras y a muchos les aterra terriblemente esa sensación, los incomoda, los irrita, los incita a despertar o los espanta.
La paz que emana del silencio echa un bálsamo de “luz libre” sobre sus egos, y la libertad es una amenaza terrible para las mentes que aún viven cómodamente enjauladas.
Jeff Foster
