Si desconfío de un “otro”, eso solamente quiere decir que desconfío de mi mismo.
No me conozco lo suficiente y por consecuencia, desconfío hasta de mi propia sombra, proyectando esa falta de reconocimiento, de honestidad, de confianza conmigo mismo hacía fuera.
Una persona que se conoce a sí mismo al completo; con luces y sombras, que toma la responsabilidad de ambas partes, ya es consciente, ya es honesto consigo mismo, no hay manera de que pueda engañarse, engañar o ser engañado que es lo mismo. Si me conozco bien, si estoy informado de mi contenido en la luz y en la sombra, no es posible que viva desconfiando.
Tener miedo de que me engañen, de caer en la mentira, en la estafa, en la trampa de alguien es creerme una víctima separada del otro y de lo que me sucede. Pienso que hay alguien más fuera que me puede engañar, pero no hay nadie más, solo temo a encontrarme con mi propia sombra no asumida.
Al no confiar en nadie, no confías en ti, porque el otro eres tú, y tampoco confías en el universo, porque de la misma manera, el universo eres tú.
Si para el inconsciente solo existes tu en este mundo, ¿De quien desconfías entonces? ¿Que sentido tendría desconfiar de uno mismo?
Si confío en mi, por ende confío en los demás y en el universo. Si confío en mi es porque me conozco, porque soy consciente de mi. Y no se trata de confiar o desconfiar, se trata de ser conscientes de nuestra información (luz y sombra) que muchas veces por no querer verla, la proyectamos en el exterior, cayendo una y otra vez en la ilusión de la separación, es decir, creyendo que ese otro o ese algo me engañan o me hacen, cuando solo soy yo quien en verdad se hace.
Se trata entonces de tomar la responsabilidad de mi información, de mis proyecciones, que por y para algo están ahí y es en ello donde me he desadentrar y encontrar un equilibrio.
D/A
