Por ello se le atribuye a las situaciones la razón de la angustia. Y suponemos que para no sentir la opresión en un momento determinado, hay que eliminar la causa, es decir, el hecho o situación que lo provocó. Esto nos vuelve dependientes del acontecer, y sólo en épocas de benevolencia sentimos paz, con su consecuente alegría.
De nuevo con la pregunta, ¿cómo sentir paz constante, pase lo que pase? ¿Cómo ser capaces de ver lo bello cuando ocurre algo que oprime?
Indudablemente lo grato no está presente cuando se siente malestar. Placer y malestar son pares opuestos que excluyen a uno del otro. En cambio, observar lo bello no tiene nada que ver con el placer, tocar en el piano una pieza bella como el Ave María no depende sino de tocar con el corazón, con el alma al descubierto. Lo bello arrebata a pesar de cualquier circunstancia paralela. Pero es posible no detectarlo si mantenemos la atención puesta en el miedo, en la protección egocéntrica, en los pensamientos que una y otra vez aparecen contándonos una triste historia sobre nosotros mismos. Para escuchar y ver lo bello, la atención debe pasar por alto los pensamientos destructivos… simplemente no darles alimento.
No tengo una receta mágica para ofrecerle a quien esté en angustia, no tengo los 10 pasos a seguir para liberarse del sufrimiento. No hay píldora ni oración milagrosa. Lo que sí sé es que hasta que no se descubra que nuestras ideas no nos definen, que el acontecer es como las escenas de una película, que así como empieza termina, y que no soy sino el espectador inafectado del flujo de sensaciones, percepciones, sentimientos, emociones y pensamientos, no salimos de la dependencia del acontecer.
Lo bello, la paz de corazón, el sentimiento de júbilo, la plenitud, no dependen de las cosas que pasan. Son expresiones espontáneas de ser. Y son nuestras ideas encapsuladas las que velan nuestra percepción, haciendo creer que ese fino velo es más verdadero que el trasfondo de existencia plena que se está dando momento a momento con todo… con sus placeres, sus dolores, sus alegrías, encuentros, soledades, éxitos, fracasos… todo es como una película sobre una pantalla, como olas moviéndose en el mar, como nubes pasando por el cielo. Con la mirada amplia y sin estructuras, la conciencia liberada de las ideas, la atención despierta y la observación sin juicios, la paz se destaca por sobre toda perturbación y la alegría sonajera vibra más fuerte que la tristeza pasajera. Tener ojos para ver, oídos para escuchar, tacto para sentir… y respiraremos los aromas de la armonía. Reconocer los velos del ego, y descorrer las cortinas para ver el paisaje completo, en plenitud… pero sabiendo desde dónde se sostiene.
Desde el Ser»
Maria Luisa Cano F.