RIFA EN LA ESCUELA
Amita es maestra en una escuela rural.
Siempre encuentra una buena idea para motivar a sus queridos alumnos a los que tanto quiere.
Hoy es día de evaluación.
Para animar a sus alumnos a esforzarse y concentrarse en su trabajo, les dijo que daría un regalo al que obtuviera la mejor nota y que este regalo sería un bonito par de zapatos.
Los alumnos comenzaron a escribir con entusiasmo y cada uno de ellos quería ser mejor.
Después de recoger las hojas, la maestra se sorprendió al ver que todos los estudiantes habían respondido las preguntas perfectamente
Elogió a sus alumnos por su esfuerzo y buen hacer, pero estaba confundida:
«¿A quién le daré este regalo?»,
…pensó para sí misma.
La profesora pide la opinión de sus alumnos.
Todos le ofrecen un sorteo, que además, es la mejor solución.
Después de que todos aprobaron esta solución, la maestra les pide que escriban su nombre y apellido en una hoja de papel y luego los coloquen en la caja que esta en su escritorio.
Los mezcla bien y le pide a un estudiante que elija uno al azar.
La feliz y afortunada ganadora, es una niña llamada:
«Amenan Sarah».
Bajo los vítores y aplausos de los alumnos, la pequeña muy emocionada se adelanta a recibir su regalo, un regalo que necesita desesperadamente en este momento.
Esta estudiante pertenece a una familia numerosa muy pobre, su padre quedó discapacitado luego de un grave accidente laboral y su madre trabaja lo más que puede como empleada de limpieza, su salario no alcanza para cubrir las necesidades de su hija y sus hermanos, es por ello que esta alumna siempre calza los mismos zapatos ya muy gastados del año pasado.
Con lágrimas de alegría, Amenan Sarah recibe su hermoso regalo, abraza a su maestra y agradece a sus compañeros al borde de las lágrimas.
Cuando la maestra regresa a casa, le cuenta todo a su esposo, quien la anima y le dice que está muy orgulloso de ella.
Pero de repente, la mujer comienza a llorar.
Sorprendido, su esposo le pregunta:
– ¿Por qué lloras cariño?
Limpiándose las lágrimas, ella le explica:
– Cuando los estudiantes salieron de la clase, revisé todas las demás hojas de papel destinadas al sorteo, y encontré… ¡que todos los estudiantes habían escrito el nombre de Amenan Sarah!, en lugar de escribir el suyo propio, sabían que su compañero estaba en necesidad y eran solidarios con ella, eso es lo que me conmovió mucho.
Solos quizás podemos hacer tan poco; pero juntos, podemos hacer mucho.
¿Y qué pasa si los niños «pierden» el año escolar?
¿Y si en lugar de aprender matemáticas aprenden a cocinar?
¿A coser su ropa? ¿A limpiar?
¿A cultivar un huerto , una planta ?
¿Y si aprenden a cantarle canciones a sus abuelos o a sus hermanos más pequeños ?
¿Y si aprenden a cuidar a sus mascotas y a bañarlos?
¿Y si desarrollan su imaginación y pintan un cuadro?
¿Y si aprenden a ser más responsables y estar más conectados con toda la familia en la casa?
¿Y si nosotros los padres les enseñamos a ser buenas personas? ¿Y si nosotros, padres, aprendemos lo mismo ?
¿Y si aprenden y saben que estando juntos y sanos es mucho mejor que tener el último móvil de moda?
A lo mejor eso nos falta, y si ellos aprenden, a lo mejor no perdimos un año, a lo mejor ganamos un tremendo futuro.
El niño necesita el amor tanto o más que el alimento, hasta el punto de que su carencia habitual le producirá trastornos difíciles de solucionar.
El amor recibido, si es genuino (gratuito e incondicional) le hará verse a sí mismo como alguien digno de ser amado, generando una autoestima ajustada, sobre la que podrá edificar todo el andamiaje de su personalidad.
Una autoestima que le permitirá verse y tratarse a sí mismo y a los demás de un modo constructivo.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando no se dio aquel amor primero? . Se va a instalar una carencia que condicionará de manera dolorosa y negativamente la trayectoria vital de la persona.
Sin autoestima le resultará muy difícil, si no imposible, vivir el amor auténtico: no podrá «salir de sí» hacia los otros y hacia el mundo, porque se encontrará demasiado ocupado y preocupado, inconscientemente, por su propia carencia.
Y aquí reside justamente la paradoja: sólo quien está «a gusto» en su propia piel, consigo mismo, puede salir «gustoso» al encuentro de la vida y de los demás.
En otras palabras, sólo quien se ama auténticamente se verá capacitado y equipado para amar limpiamente a los otros.
ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO.
10 Lecciones De Vida Que Aprendí De Los Niños
Los niños parecen saber algo que los adultos han olvidado. Son más confiados, valientes y disfrutan de la vida a plenitud y con intensidad.
De vez en cuando le doy una visita al pasado y recuerdo mi infancia – no puedo dejar de pensar en ella como los mejores años de mi vida.
Yo era un espíritu libre; vivía en el momento presente; no tenía ansiedades y ningún temor. Me gustaría recuperar esa inocencia y entusiasmo por la vida que alguna vez tuve cuando era un niño.
Creo que todos podemos aprender algo de los niños y aplicarlo en la vida adulta.
1. Ellos ven cada día como un nuevo comienzo
Cuando se es joven, un día puede parecer una eternidad. Sin embargo, cada día nos trae la oportunidad de tener nuevas metas y expectativas, hacer nuevos amigos, explorar nuevas aventuras y aprender cosas nuevas. Cada día es una oportunidad para empezar de nuevo. Y, a diferencia de los adultos, los niños no llevan equipaje de un día para otro.
2. Ellos no tienen miedo
Los niños están más dispuestos a explorar y probar cosas nuevas. Ellos no son conscientes de las consecuencias y están más dispuestos a probar algo nuevo. Si se lesionan lo utilizan como una oportunidad de aprender de sus errores. Como adultos, a menudo nos ceñimos espalda, sobre todo a causa del miedo. Nos detenemos a nosotros mismos de correr riesgos y ver lo que sucede. Las personas exitosas tienden a ser aquellos que salen de sus límites y asumir riesgos.
3. Se pierden entre proyectos creativos
Un niño puede verse inmerso en un proyecto creativo durante horas y horas; ya sea dibujando, jugando con la arcilla, construyendo un castillo de arena, etc. Sin embargo, a medida que envejecemos, dejamos de creer que las actividades creativas valen la pena. ¿Cuántos adultos que conozcas (aparte de los artistas) pasan su tiempo libre dibujando, jugando con arcilla o pintando con los dedos?
4. Ríen todos los días
Los niños tienen la hermosa capacidad de encontrar alegría en todo lo que los rodea. Los adultos tendemos a ver problemas en todas partes.
5. Lloran si quieren llorar
El llanto es una emoción que a los adultos no les gusta mostrar. Sin embargo, los niños lo hacen todo el tiempo. El llanto ayuda a liberar nuestras emociones de una manera normal y saludable, pero en la adultez terminamos reteniendo nuestras emociones para nosotros mismos.
6. Los niños son muy activos
Cuando era pequeño me encantaba jugar al aire libre. Corría y corría hasta que me faltaba la respiración y mis mejillas se ponían de color rosa. Nunca vi al ejercicio como simplemente ejercicio, sino que era mi manera preferida de divertirme.
7. Ellos están dispuestos a probar cosas nuevas
Los niños intentarán practicar un deporte que nunca han intentado antes. Ellos están dispuestos a saltar en un trampolín o sumergirse en una piscina, o esquiar en una montaña, incluso aunque no tengan experiencia. Los adultos tienden a tenerle miedo a lo desconocido y prefieren permanecer en su zona de confort. Es precisamente la aventura lo que nos hace sentir más eufóricos y conscientes.
8. Son entusiastas
A los niños nunca les falta entusiasmo. Tienen esperanza y son optimistas. Nosotros también debemos aprender a acercarnos a la vida de una manera más optimista, ya que como adultos tendemos a enfocarnos en lo negativo. ..
9. Se alimentan de buenas amistades
Observa cómo juegan los niños con sus amigos, todo es alegría pura y siempre están dispuestos a hacer amigos nuevos. Los niños tienden a disfrutar de muchas actividades – se unen a equipos de fútbol, van a fiestas de cumpleaños y disfrutan de un buen número de actividades después de clases.10. Se dan cuenta de las pequeñas cosas
Los niños ven magia en todo lo que los rodea. Ven alegría y tienden a dejarse inspirar por esas pequeñas cosas de la vida ¿Cuándo perdimos esto?
Si te gusto la reflexiòn compartela.
D/A
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque tapa la luz del sol. Quita las flores a las plantas para dejarlas marchitar en un jarrón. Y enjaula a los pajaritos. Porque ha pintado todas las cosas de color gris y ha llenado el cielo de antenas y chimeneas.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque se creen importantes por el solo hecho de ser grandes. Porque no me dejan caminar descalzo ni chapotear en la lluvia. Porque me compran juguetes y no quieren que los use para que No se rompan.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque le han puesto nombre difícil a todas las cosas sencillas. Porque se pegan entre ellos o se pasan la vida discutiendo. Porque quieren tener empleos importantes… y viven sentados En una silla.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque me hacen decir versitos que no entiendo. Porque me obligan a besar a la gente que no conozco. Porque están siempre muy apurados y nunca tienen tiempo de Contestar una pregunta o de contar un cuento.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque no les gusta sentarse en el cordón de la vereda. Porque no sienten el placer de perder el tiempo mirando. Alrededor y son incapaces de dar vueltas en un carrusel. Porque cuando me porto mal me amenazan con ponerme una inyección. Y cuando me enfermo me dicen que una inyección me va a hacer bien.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque quieren que coma con horarios…y no cuando tengo hambre. Porque cuando pregunto algo, me contestan que soy muy chico… Y cuando pido un chupete me dicen que soy un grandulón.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque siempre se hacen los lindos o los serios. Porque dicen mentiras y ellos mismos se las creen. Porque cada vez que me mienten me doy cuenta y sufro mucho.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque me dicen miedoso y ellos me hablaron de cucos y fantasmas. Porque me piden que sea bueno y me regalan para jugar revólveres, Dardos, flechas y escopetas de aire comprimido. Porque han llenado la casa de cristales, porcelanas y cosas que se. Rompen y ahora resulta que no puedo tocar todo lo que veo.
Yo no entiendo a la gente grande…
Porque perdieron la ganas de correr y saltar. Porque olvidaron esas cosas que tanto les gustaban de chicos. Porque antes de reírse siempre le piden permiso al reloj.
Yo no entiendo a la gente grande… Porque cuando hago algo malo me dicen «no te quiero más». Y yo tengo mucho miedo que me dejen de querer en serio».
D/A