El despertar espiritual.
No es autocontrol.
No es sentirse bien o sólo tener pensamientos ‘positivos’.
No es trascender la experiencia humana o existir en algún tipo de estado alterado.
Es comprender que eres el inconmensurable océano de conciencia, eternamente presente, absolutamente disponible para la alegría y el dolor de la vida, para la felicidad y el aburrimiento, para la certeza y la duda.
Es reventar el ancho de banda de esta vulnerable experiencia humana, ser Capacidad para el desorden y la suciedad, para el éxtasis y la confusión también, viendo todas esas energías como tus hijos amados, no como enemigos o manchas en tu perfección.
Estás despierto, finalmente, a la santidad de cada momento ordinario; eres plenamente divino, y plenamente humano; Un individuo completamente único, pero a la vez vacío de toda particularidad, sin contradicción.
– Jeff Foster