A veces pensamos que seremos felices cuando consigamos el trabajo deseado, más dinero, una pareja, un hijo, éxito profesional o cualquier otra cosa, pero en realidad para ser felices no necesitamos más de lo que ya tenemos.
La felicidad, si la entendemos como un estado de paz interior, serenidad y armonía, solo se puede alcanzar una vez que nos deshacemos de las falsas necesidades y nos damos cuenta de que en este preciso instante ya disponemos de todo lo necesario para ser felices.
Lo que de verdad nos proporciona esa sensación de bienestar es apreciar el hecho maravilloso de estar vivos, de amar a los demás y de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Los estudios científicos realizados muestran que son precisamente esas cosas sencillas y cotidianas las que nos hacen sentir bien.
Demasiado a menudo nos lamentamos porque nos faltan algunas cosas en la vida o porque otras no son como nos gustaría que fueran. En lugar de centrarnos en eso, sería más mejor que prestásemos atención a las pequeñas cosas que nos hacen disfrutar y las valorásemos.
Muchas personas consideran que sin dinero es difícil disfrutar de la vida y menosprecian lo que carece de valor material. Sin embargo, paradójicamente, las cosas más valiosas suelen ser las que no cuestan dinero o cuestan muy poco: un abrazo sincero, dormir hasta tarde el fin de semana, contemplar un amanecer, ver crecer a un hijo, pasear por la orilla del mar, conversar con un amigo, hacer ejercicio, leer un buen libro, recibir una muestra de cariño, degustar nuestra comida favorita o un buen vino… Conviene estar atentos para reconocer esos pequeños detalles, tenerlos muy presentes y otorgarles el valor y la grandeza que realmente tienen.
…… Lic. Alberto Avila ……