La vida tiene sus altibajos. A veces necesito el consuelo de un amigo o ser querido. Otras, soy yo quien consuela. Bien sea que busque solaz o lo provea, sé que la fuente de fortaleza y paz proviene del interior.
Busco consuelo y fortaleza en Dios. Al centrar mi mente y corazón en la oración, dejo ir cualquier pensamiento, reto o duda y simplemente descanso en la quietud. Tomo conciencia del amor infinito que me rodea y eleva mi espíritu.
Si deseo consolar a un amigo o ser querido, oro para ofrecer las palabras y acciones correctas. Entrego mis preocupaciones a la presencia omnisciente de Dios en mí.
Soy consolado por el amor de Dios, y este amor me permite consolar a los demás.