Las sombras del pasado pesan mucho, te desgastan y te hacen sentir prisionero.
Se pueden estar haciendo presentes hasta en los más mínimos detalles.
A veces, nos apresuramos, queremos avanzar demasiado rápido, no le damos el debido tiempo y respeto a nuestros procesos.
El ego es pieza clave en esta situación, éste nos orilla a saltarnos los pasos, «un clavo saca a otro clavo», «solo llora tres días y sacúdete», «a lo que sigue», y muchos más pretextos que nos invitan a dejar abiertas las heridas, o a creerlas sanadas antes de tiempo.
Empezar nuevos ciclos sin sanar ni perdonarte completamente, te puede hacer pagar caro la factura. ¿Cómo darte cuenta de qué te falta trabajar en determinados procesos (abandono, rechazo, ruptura de relación, pérdida de trabajo o de un amigo,cambio de residencia, etc)?
Una de las principales señales es el dolor al recordar algún evento relacionado con el proceso de duelo, ya sea a través de la angustia, impotencia, frustración, desesperación, ira y hasta ganas de pelear con el mundo.
Otra señal puede ser la de evitar a toda costa, romper con algo que los una, por más débil que el lazo sea, la resistencia a cortarlo y dejarlo ir te sigue estancando. Intentar seguir al pendiente de la persona en cuestión, por si te llegara a necesitar (creyendo salvadora permanente).
Y así, es cómo podemos caer en esos anestésicos (vicios, otras relaciones, autoengaño). Se busca un blindaje emocional, para evadir a toda costa sentir.
Las experiencias de la vida que han terminado dolorosamente, te pueden llegar a romper y perder el equilibrio. Por ello, es importante tener paciencia, ser tolerante contigo misma, recordarte día a día qué reconstruirte no es de la noche a la mañana.
Todo tiene un proceso, un ciclo y tu sabiduría te puede llevar a sacar lo mejor de dicha experiencia. Sé sincera contigo misma, no quiera pegar tus piezas rápidamente y sin cuidado, ya que antes de terminar te puedes volver a romper, y eso dolerá intensamente.
Cynthia Hernández.