A veces las transformaciones duelen pero una vez estamos cambiados, ya jamás volvemos a ser los mismos.
Somos renovados y nos sentimos totalmente nuevos y diferentes. Sé que el proceso a veces es como subir una cuesta empinadísima y cuando vamos comenzándola, pensamos que es demasiado larga y que no podremos subirla.
Ya cuando estamos a mitad de camino pensamos, ¿en qué estaba pensando cuando decidí que la subiría? Y tal vez lleguen pensamientos de querer volver a atrás.
Pero yo te digo hoy: ¡TEN RESISTENCIA! ¿Cómo es que después que vas a mitad de camino, que tanto trabajo te ha costado, vas a volver para atrás?
¡Tienes idea de todo lo que te estás arriesgando a perder! De todo lo que habías progresado sin siquiera darte cuenta. De la voluntad que has empleado para lograr este lento pero necesario proceso.
Es que cuando las transformaciones surgen de adentro, son más difíciles pero también las más genuinas.
Porque lo que va pasando dentro de nosotros va reflejándose hacia afuera. A veces Dios tiene que remover unos escombros muy pesados que cargamos. El con amor poco a poco va liberándonos de las cadenas que quieren atarnos y destruirnos.
¡Dios hace cosas maravillosas cuando comienza a trabajar con nuestras vidas! Él toma nuestro corazón y comienza a barrerlo, a limpiarlo a descontaminarlo.
Luego lo purifica, nos hace ver las cosas tan diferentes. El aire no es el mismo, ni los olores, la gente no nos parece igual, nada parece de la misma forma.
Y tal vez es que cuando nos percatemos de lo que ha sucedido dentro de nosotros, veremos que quienes no somos iguales, que quienes hemos cambiado hemos sido nosotros. Y que ha sido para bien, para edificación, para disfrutar nuevos aires de libertad.
Entonces somos más libres para amar y perdonar; para dar pero también para recibir. Gozamos y disfrutamos siendo quienes somos porque aprendemos a auto aceptarnos y valorarnos.
Apreciamos que tal vez somos un diamante en bruto, pero que Dios nos está puliendo, esculpiendo y sacando brillo para que tengamos muchos kilates.
Piensa por un momento: ¡Qué fea la oruga, que linda la mariposa! Así nos sucede a nosotros también de momento, no parecemos tan bellos ni tan llamativos, pero luego nos convertimos en una hermosa mariposa con colores e identidad propia. Así que no te desanimes, vas por buen camino, ni tomes atajos, ni desistas. Después de un tiempo comprenderás y lograrás ver que este proceso que hoy te parece duro fue tan solo un peldaño que te llevó hacia el propósito para el cual fuiste diseñado por Dios.
Autora: Brendaliz Avilés