Ocurre un día que te rompes…y las cosas pesan más de lo debido.
Te falta el aire… te asfixias y necesitas parar a encontrarte.
Y no te encuentras.
Todo se derrumba.
Vives como si los días no pasaran.
Conoces el infierno en vida.
Mueres en silencio y nadie acude a tu duelo.
Aprendes que llorar no es de débiles.
Te llueve el alma por dentro.
Eres una isla en un mar de dudas… un naufragio salvaje sin alguien en balsa a salvarte.
Un mundo vacío a golpes.
El destino juega sus cartas y tú te quedaste sin las tuyas.
Sin ilusiones.
Un ovillo hecho madeja de ilusiones rotas a empujones.
Ocurre un día que, igual que mueres…renaces. 
Sin un porqué o con todos juntos tras un desierto de incertidumbre.
Y vuelves.
Y eres tú.
Y ya no corres.
Solo vuelas.
Y la tormenta se queda fuera.
Y no hay nada que te tengas que perdonar… salvo dejar de sonreír y seguir viviendo….»
María Eugenia Sánchez
